Música pacifista 04: NIÑO SOLDADO (Ska-P)

Una pistola en mi cabeza
Me está obligando a asesinar a mi papá
Soy una máquina de guerra
Mi dedo aprieta ese gatillo sin vida

El grupo Ska-P, madrileño y vallecano, cuenta en su repertorio con Niño soldado, un tema estremecedor que sabe conjugar a la perfección la música festiva de la banda con la conciencia sobre una de las realidades más atroces de nuestro tiempo.

Me temo que el reclutamiento de niños ha sido una constante a lo largo de la historia de las guerras. Sin embargo, fue a partir del genocidio de Ruanda de 1994 cuando el término de niños soldado fue acuñado en la forma moderna que entendemos hoy.

Niño soldado pertenece al álbum ¡¡Que corra la voz!!, de 2002, el quinto de la banda. Es, probablemente, la mejor canción del disco y uno de los temas que no pueden faltar en sus directos.

Como en otras canciones de Ska-P, además de la fuerza musical destaca la agilidad vocal de su cantante, Pulpul, capaz de buenos agudos, rápido silabeo y una expresividad que le aporta la garra necesaria a este tipo de temas reivindicativos.

Descubrí a Ska-P en los años 90, gracias al mítico programa de rock y heavy Disco Cross que conducía el periodista musical Mariano García en la radio por aquella época. Pude ver a la banda madrileña en directo en el Palacio de los Deportes de Madrid gracias, precisamente, a ese programa de radio: conseguí una de las entradas que sorteaban en antena. Desde entonces, Ska-P era un habitual en mi radio-casete. Me alegré mucho, varios años después y durante un curso que pasé becado en París, al descubrir que la banda gustaba también en Francia. Se hacía raro escuchar a los vallecanos en un país que protege como nadie a sus artistas nacionales, con legislación específica que limitaba la música que sonaba en radio y televisión procedente de fuera de sus fronteras. Y es que el éxito de Ska-P trascendió a su barrio de Vallecas, a Madrid, a España e incluso a Europa, gozando de muchísimos fans en América Latina. Por desgracia, las injusticias sociales que denuncia la banda son internacionales.

El binomio de niños y guerra me horroriza. Niños soldados. Niños víctimas. El mundo controlado por los adultos que decepciona enormemente, porque son los mayores los que diseñan desde sus despachos las guerras en las que son niños mueren o matan. Hoy estas injusticias siguen tristemente vigentes. Quizá deberíamos hacer algo de caso a Ska-P, que nos animaba a dejar de ser testigos pasivos de las guerras a través de la televisión (hoy añadiríamos las redes sociales), que nos empujaba al activismo.

Porque algo podremos hacer para evitar que los niños sean víctimas de la guerra, ¿no? Aunque sea escribir un post y recordar una canción rebelde. Y seguro que se nos ocurre alguna cosa más.

Suscríbete a mi canal más personal y llévate un ebook de regalo.

Música de ciencia ficción 10: STARMAN (David Bowie)

Didn’t know what time it was, the lights were low
I leaned back on my radio

Es muy probable que a la mayoría de los que seguís esta serie de posts sobre música de ciencia ficción quien primero os viniera a la cabeza fuera el gran David Bowie.

Tengo que reconocer que con este artista me pasa un poco lo mismo que con la mayoría de referentes culturales de los años 70: no me atrajeron en un primer contacto de niño o de joven y, sin embargo, me han entusiasmado al redescubrirlos ya de cuarentón.

He elegido Starman.

David Bowie ofrece un catálogo espectacular de música de ciencia ficción, así que el Starman de hoy es solo el inicio de otras canciones del artista británico que, seguro, traeré a esta serie de posts. Y es que esta canción, sin ir más lejos, se incluye en el álbum The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972) un disco conceptual todo entero dedicado a ciencia ficción. ¿No es genial?

Inconfundible Bowie

Me encanta la música que Bowie logró enlazar con la carrera espacial y los avances de los años 60 y 70. En aquella época, el espacio era tema habitual en los informativos y, supongo, en las conversaciones cotidianas. Es una pena que hoy en día la fascinación científica se haya enfriado para el gran público. Me maravilla pensar que lo popular, lo «pop», supo incluir entonces temas complejos, transcendentales y que invitaban a la reflexión. Si el pop demanda artistas con una buena profundidad de pensamiento y una alta calidad intelectual, creo que se logran obras y sociedades mucho mejores. No digo que hoy en día no haya una producción cultural tan buena o mejor que entonces, pero mi impresión es que la calidad ha quedado relegada a segundo plano y muchos productos culturales de éxito son, en realidad, mediocres. Además, las redes sociales parecen estar dominadas por algoritmos que nos ofrecen toneladas de contenido similar a lo que ya hemos consumido, dificultando enormemente el descubrimiento de cosas nuevas, distintas y realmente originales. Así, ¿cómo saber de nuevos artistas y obras que nos abran la mente a nuevos caminos?

Pero dejemos la pataleta y volvamos a Starman.

La propia textura de la canción es genial. Me encanta esa repetición de sílabas finales en algunos versos, esa melodía inconfundible y ese mensaje que admite interpretaciones, tanto de la crítica como, sobre todo, personal de cada uno.

Y es que esta es la fuerza de las canciones gracias a la que, en ocasiones, son superiores al resto de géneros literarios. Las canciones insinúan, cuentan brevemente o esbozan, invitando (¿obligando?) a los oyentes a poner mucho de su parte para completar la obra. Así, yo imagino unos niños protagonistas, únicos capaces de conectar con el mensaje de Starman, porque aún no han perdido su capacidad de pensamiento mágico. Sí, ese mismo tipo de pensamiento que hace que los niños disfruten de una manera tan plena de los cuentos de hadas maravillosos. Hay cosas que solo pueden ocurrir hasta la edad de ocho o nueve años porque luego el cerebro cambia y pierde pie en ese sentido de la maravilla.

Starman me gusta porque conecta ciencia ficción con magia y fantasía a través de los niños, clave de todo. Para mí, esto es nuclear. Soy escritor en géneros de ciencia ficción e infantil y me cuesta horrores explicar que para mí tiene un sentido único. Lo intento a través de mi newsletter Holoceno 13000, pero es difícil, y por eso me entusiasma encontrar ejemplos que me ayuden a justificar mi posicionamiento creativo. Y si el ejemplo viene de la mano de un artista tan brutal como David Bowie, mucho mejor.

Aunque también podría ser que esté proyectando mi manera de pensar en su canción, claro, y quiera encontrar validación para mis ideas en referentes culturales externos.

Starman puede ser una metáfora de inocencia, si se quiere, o metáfora también si nos empeñamos que la canción puede estar dirigida a ese manido «niño que todos llevamos dentro». Pero, no nos engañemos, el centro de gravedad de la canción Starman ya no está en nuestro ombligo.

Hoy le he puesto esta canción a mi hijo. No me lo esperaba, pero le ha gustado y se ha interesado por la letra. Definitivamente, es una canción multigeneracional, aunque su esencia solo pueda pertenecer con plenitud a los más pequeños.

Y tú, ¿cómo interpretas esta canción? ¿Cómo es tu Starman?

Ficha técnica

  • Canción: Starman
  • Artista: David Bowie
  • Álbum: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars
  • Año: 1972
  • Duración: 4:14
  • Escúchala en Spotify clicando aquí:

La imagen mostrada de cubierta del álbum se utiliza en baja resolución, a título ilustrativo y sin fines lucrativos. Es, además, una imagen ha sido utilizada en numerosas webs de internet distintas a esta. Puede estar sujeta a copyright.

Escribo para cambiar el mundo

Es algo que ya sabía pero de lo que aún no había tomado plena conciencia: escribo para cambiar el mundo.

Soy un escritor de géneros variados y temáticas diversas. Disperso mis obras en infantil, juvenil, realismo mágico, fantasía o ciencia ficción, entre otros.

Esta amplitud es maravillosa en cuanto a creatividad y diversión. Contar con un abanico de múltiples opciones, que además se dejan hibridar entre sí, hace muy estimulante la escritura.

Sin embargo, es algo muy complicado de gestionar en cuanto a imagen de autor, marca personal y en la promoción o marketing de mis obras. ¿Cuál es mi público objetivo?¿Cómo es mi lector ideal?¿Qué canales y redes sociales son más adecuados para mi perfil de autor?¿Qué imagen debo proyectar para conseguir mejores ventas?

El tipo de lector que puede disfrutar de los pliegues de Naksatra no es el mismo que se divertirá a tope con ¡Supercoche!, que apreciará el concepto de Nigredo o que hará volar su imaginación con el futuro expuesto en El jardín eterno. Todas ellas son obras orientadas, a priori, a perfiles lectores diferentes. Es cierto que una persona puede tener varias personalidades lectoras. Yo mismo disfruto la literatura juvenil, aunque hace mucho que dejé atrás la adolescencia, tanto como otras obras dirigidas a lectores adultos. Pero un catálogo tan dispar no deja de ser complicado a la hora de promocionar. En una librería, cada una de mis obras acabaría en una sección o estantería diferente. En internet, la distancia entre ellas puede ser aún mayor.

Por eso me parece tan interesante haber encontrado la pieza que los unifica, ese factor común que me ayuda a definir y a explicar a los lectores qué es eso que me mueve cuando escribo, sea el género que sea. Y es que escribo para cambiar el mundo. Así de sencillo. Así de ambicioso como objetivo, y a la vez muy humilde en cuanto al trabajo que supone. Quiero contribuir a crear un mundo mejor.

Escribo cuentos infantiles para hacer más felices a los niños. Quiero que los padres lean cuentos a sus hijos, que los peques disfruten de la fantasía. También me gusta que los niños aprendan a ser críticos pero, sobre todo, busco que se diviertan. Pongo especial cuidado en la estructura de los textos infantiles, en las relaciones de causa y consecuencia, en generar planteamientos claros, desarrollos lógicos y finales bien construidos y, siempre, siempre, felices. Los cuentos son diversión, pero también instrumentos con los que explorar la vida real y valiosas herramientas para crear y fortalecer vínculos afectivos con los niños. Un mundo con más cuentos infantiles será un mundo mejor. Estoy convencido de que los niños que han disfrutado de una buena cantidad de cuentos y del tiempo y dedicación que eso supone por parte de los padres son más felices y mejores personas de mayores.

Escribo realismo mágico porque es una manera excelente de generar contrastes y criticar, a través del ingenio, las cosas que no funcionan en nuestra sociedad actual.

Escribo ciencia ficción porque creo que la humanidad puede conseguir un futuro mejor. Me gusta crear historias que pongan en valor la ciencia y la tecnología, que muestren los avances que podríamos conseguir con esfuerzo, dedicación y recursos. Aunque en mis obras no escondo elementos distópicos o advertencias sobre las consecuencias de un uso inadecuado de los avances científico-técnicos, mi tono general es optimista. En ocasiones, me limito a mostrar una posibilidad, un concepto o una tecnología, y se lo entrego al lector para que imagine por sí mismo lo bueno y lo malo de su aplicación. ¿Cómo utilizaríamos avances médicos para la prevención, el diagnóstico, la curación o incluso la mejora artificial de la salud y las capacidades humanas?¿Qué movimientos sociales se generarán en la Tierra cuando nos dispongamos a lanzar una nave tripulada y sin retorno a las estrellas? En obras como Bacterrobot me descubro, además, en toda la amplitud de mi contradicción aprovechando la flexibilidad que ofrece la ficción interactiva.

La ciencia ficción me parece un género rebelde. Suele estar denostada quizá precisamente porque, en muchas ocasiones, la ci-fi habla de cambios, de evolución, de un futuro mejor. Y todo eso es algo que va en contra de los intereses de los que son poderosos, los que no quieren cambiar porque el estado actual de las cosas les beneficia enormemente. No en vano, la ciencia ficción está repleta de subgéneros que llevan el «punk» por apellido. Ciberpunk, Steampunk, Solarpunk… Y el punk asusta a los más acomodados.

Pero para mejorar el mundo no hace falta abanderar revoluciones. Las cosas pequeñas también suman. Un cuento que haga feliz a un niño cambia el mundo, a su escala y a su manera. Un librojuego que ayude a un adolescente a enfrentarse a decisiones complejas también contribuye. Una obra de ciencia ficción que advierta sobre los peligros nucleares juega su papel. Lo que estoy generando parece inmanejable en términos de marketing y eso me genera estrés como escritor que no acaba de apuntar a un nicho de mercado concreto, pero haber encontrado ese factor común me ha traído cierta paz.

¿Me ayudas a conseguir un mundo mejor?