Pertenece a la colección Mil Oniros Ciencia Ficción. Es ya el número 17 de esta serie de relatos cortos para leer en una hora que sale a la luz.
Sin embargo, es probable que en esta ocasión la lectura de WARMOR lleve más tiempo. Porque se trata de un librojuego y su exploración completa requiere cierta habilidad y concentración.
Sí, he querido colar un librojuego en una colección de relatos. WARMOR trata sobre un robot que, súbitamente, adquiere conciencia de sí mismo. Esta premisa encaja muy bien en la modalidad de lectura que plantean los libros al estilo de los Elige tu propia aventura. Permite al lector ser el protagonista, sentarse a los mandos del robot, dirigir sus pasos y adoptar las decisiones que estime oportunas.
Pero, a pesar de ser un librojuego, no es literatura infantil. Creo que a estas alturas no es necesario recordar que la ficción interactiva, aunque tuvo su boom comercial en los años ochenta de la mano de colecciones dirigidas a niños, abarca mucho más. WARMOR es un relato bélico y trata temas que, aunque habituales en la ciencia ficción, pueden resultar demasiado complejos para un niño.
Te dejo la sinopsis más abajo.
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Imagina que eres un robot WARMOR modelo Aurora, una armadura de guerra diseñada para garantizar la supremacía de combate en el terreno de la infantería. Imagina que algo te diferencia de manera radical del resto de máquinas: tú has adquirido conciencia. Lanzado de súbito a un tablero de juego con más interrogantes que respuestas, deberás buscar tu lugar en el mundo mientras sorteas las amenazas del hostil escenario de la guerra.
Es un librojuego al estilo Elige tu propia aventura para lectores y lectoras middlegrade (infantil) que combina aventuras y tecnología.
Supercoche
En sus páginas, tienes la oportunidad de pilotar un coche deportivo con personalidad propia gracias a su inteligencia artificial, como una versión moderna de El coche fantástico. También enfrentarás piratas informáticos e incluso podrás competir en una arriesgada carrera automovilística de prototipos.
Durante su escritura, que me llevó meses, quise incluir algunas referencias, guiños y homenajes. Por supuesto, estas no influyen en la aventura como tal y no es necesario conocerlas para disfrutar del librojuego con plenitud. Pero, creo, añaden una capa extra de interés sobre todo a los adultos que se acerquen a su lectura. Revelar estas curiosidades, aunque no supone un spoiler como tal, sí puede dar alguna pista. Pero hace ya unos años que lo publiqué y creo que es un buen momento para desvelarlas. Aquí van.
1. Está basado en tecnología española real
Si, además de librojuego e infantil, tuviera que asignar a ¡Supercoche! una tercera etiqueta, elegiría la de ciencia ficción.
O, siendo más preciso, tecnología-ficción. Lo que probablemente un lector que se acerque por primera vez a ¡Supercoche! no sepa es que este sustrato tecnológico no es casual, sino que es reflejo directo de mi experiencia profesional. Soy escritor, pero también tengo la suerte de trabajar en el campo de la I+D+i en el sector digital. Conozco de cerca ámbitos tecnológicos como la inteligencia artificial, el vehículo conectado y autónomo, la ciberseguridad, las tecnologías cuánticas o la realidad virtual y aumentada. Me encanta utilizar toda esta base de conocimiento como materia prima para crear historias. Los guantes táctiles, el casco de realidad virtual o las increíbles habilidades del supercoche Zirquit están basados en innovaciones y capacidades reales. Y no necesité documentarme en fuentes lejanas: me inspiré en tecnologías ya disponibles y en proyectos de empresas españolas con las que he tenido relación profesional.
La empresa ficticia Neuroquantics de ¡Supercoche! es un trasunto de estas compañías españolas. Ellas son, de alguna manera, las que han equipado al increíble Zirquit.
2. Incluye un homenaje a Tim Hartnell, de parte de mi yo de niño programador
De niño me divertía programando en un ordenador de la época, un Amstrad CPC464 de 8 bits. Aquella máquina cargaba programas a través de cassette y, aunque estaba orientado más a juegos que a cualquier otra cosa, me valió para aprender a crear código gracias al manual de BASIC que venía con el aparato.
Aquel manual pronto se me quedó corto y tuve que recurrir a la biblioteca municipal de Alcorcón, que me quedaba a unos diez o quince minutos andando de casa, para encontrar otros libros de programación. En aquella época, efectivamente, no existía Google, quedaban aún unos años para que Internet llegara a los hogares y las bibliotecas eran el único lugar en el que un niño como yo podía acceder a un mayor conocimiento en informática.
Fue gracias a la biblioteca pública que descubrí los maravillosos libros de Tim Hartnell sobre programación de juegos de ordenador. Con ellos aprendí qué significaba la inteligencia artificial y cómo un programa con un código relativamente breve y sencillo era capaz de emular comportamientos inteligentes, de mover fichas en un juego de tablero o de componer poemas de forma automática.
De Tim Hartnell tomé el apellido para mi personaje de Edward Hartnell, el genio fundador de Neuroquantics en ¡Supercoche!
3. Hace un guiño al programa informático Eliza
Fue también gracias al libro de Tim Hartnell sobre inteligencia artificial que descubrí el programa Eliza. Tim presentaba una adaptación a BASIC del célebre programa. Eliza fue rompedor en su momento, el primer programa de procesamiento de lenguaje natural, que era capaz de mantener una conversación (aunque fuera en modo texto) con un humano. Este chatbot primitivo mantuvo a muchas personas pegadas a la pantalla, tecleando sobre sus sentimientos, sus problemas o sus sueños. Por eso en ¡Supercoche! decidí llamar Elisa a la empleada que te abre las puertas de Neuroquantics.
4. Incluye un homenaje a Edward Packard, de parte de mi yo de niño lector
Me enganché a la lectura de niño gracias a la serie de librojuegos Elige tu propia aventura de la que disfrutamos muchos en los años ochenta y principios de los noventa. El escritor creador de la colección, y uno de los máximos referentes del mundo de los librojuegos, es Edward Packard. Podríamos decir que el propio ¡Supercoche! es en sí mismo un homenaje a aquellos pequeños libros rojos. Para mí, publicar un librojuego por primera vez y hacerlo en una colección de referencia como Tú decides la aventura de la Editorial Hidra completaba el círculo que abrí de niño al descubrir y leer por primera vez las páginas de Elige tu propia aventura. Pero quise ser más explícito aún e incorporar en el nombre de pila del personaje Edward Hartnell de ¡Supercoche! un homenaje directo al gran Edward Packard.
5. El curioso caso de la ciudad de Argleton
En ¡Supercoche!, varias de las escenas cumbres de la aventura tienen lugar en el circuito de Argleton, donde se celebra una carrera en la que tú, lector, tienes opción de participar.
Sucede que Argleton apareció durante un tiempo referenciado tanto en Google Maps como en Google Earth, pero en realidad nunca ha llegado a existir como pueblo real.
Esta curiosidad de lugar virtual que no corresponde con nada real me pareció interesante y, además, una muestra de cómo entendemos las personas lo real y lo ficticio. Nunca he estado en Sidney, ni tampoco en Rivendel. En realidad, las ubicaciones que sí he visitado no son más que una pequeña fracción de lo que representa un mapa del mundo. Incluso si nos ceñimos a España, hay más de 8000 municipios. ¿De verdad podríamos distinguir si uno fuera, en realidad, inexistente y solo figurara en los atlas y en Google Maps?
6. Otros nombres que no son casuales
Además del personaje de Edward Hartnell, que encierra un doble homenaje a Edward Packard y a Tim Hartnell, de Elisa que refiere al programa Eliza o del circuito de Argleton, otros nombres que utilicé en ¡Supercoche! esconden su propio motivo.
El personaje de Roberts es una referencia al pirata Roberts de La princesa prometida (si no has visto la película o no has leído el libro, ¿a qué esperas para hacerlo?).
El personaje de Morris hace referencia al profesor Robert Tappan Morris, creador del llamado gusano Morris, uno de los primeros malware de Internet.
Y, finalmente, para la piloto Skadi de ¡Supercoche! quise evocar parte del carácter de Ruta Skadi, la Reina de las Brujas en la saga de La materia oscura del escritor británico Philip Pullman.
Creo que todas estas curiosidades enriquecen el libro en una capa adicional. Sin embargo, la esencia de ¡Supercoche! es la aventura, sin mayores pretensiones, y su principal objetivo es entretener a lectores y lectoras. ¿Te atreves a pilotar un supercoche?
Es la persona que impulsa la editorial riojana Con Pluma y Píxel, una editorial independiente con la que es imposible no encariñarse. Abarca librojuegos, fantasía y, algo muy importante: apuesta por el relato de ciencia ficción en español.
Francisco lanzó a principios de 2020 el primer número deEl mercader de Venus, una antología de relatos ciencia ficción. Ha continuado con paso firme en esa senda y ya van cuatro números de esta maravillosa antología. Porque este editor incansable lo ha vuelto a hacer: nos ha presentado recientemente el cuarto volumen, dedicado esta vez a ciencia ficción agrícola.
He tenido el privilegio de participar en las cuatro ediciones deEl mercader de Venus, Francisco me invitó a aquella primera antología y, desde entonces, sigo fiel y he aportado ya cuatro relatos.
La temática de este cuarto volumen es quizá la más original de todas, ciencia ficción agrícola o agro ci-fi. Un reto. Mi relato El cañón cinético es la respuesta a este reto, una historia ambientada en el Amazonas en un contexto bélico y con una misión que cumplir a machetazos entre la maleza. Te invito a leerlo para conocer la componente de agro ci-fi.
Espero que El mercader de Venus tenga pronto una quinta entrega y que Francisco me invite de nuevo a participar. Confieso, eso sí, que me genera curiosidad e inquietud a partes iguales conocer la temática del siguiente número.
Lanzo un nuevo libro, de nuevo dentro de la colección Mil Oniros Ciencia Ficción. Por lo tanto, se trata de un relato de unas 10.000 palabras (alrededor de 50 páginas), independiente y autocunclusivo. Estará disponible a la venta a partir de las Dracónidas, el 8 de octubre de 2022.
Al escribirlo, he removido varios sustratos de mi base de ingeniero. Incluso he invocado a mi personalidad digital de niño, mucho antes de empezar la carrera de teleco en la universidad. Me refiero a la Inteligencia Artificial y a las ciudades inteligentes o smart cities. Pero dejadme que os enseñe primero la portada y ahora mismo continúo unos cuanto píxeles más abajo.
Espero que os hayáis demorado un poco en la portada en lugar de saltar con scroll directo hasta estos renglones, porque tiene dos cosas muy especiales y que juegan muy bien con el contenido de la historia. Se trata de una portada híbrida. La han hecho a medias la Inteligencia Artificial de NightCafe y la inteligencia natural de Alberto García Gómez, gran amigo, ilustrador y diseñador. Y es que Zamagesti, uno de los principales personajes de este relato, es una híbrida, una mujer con un ciberimplante neuronal, la representación de una etapa de transición entre lo puramente humano y lo puramente digital.
Mi relación con la Inteligencia Artificial empezó en la época de los 8 bits, en un ordenador Amstrad CPC464 de cassette y gracias a los libros de Tim Hartnell, un autor pionero en la divulgación y la enseñanza de la programación en aquella época en la que el BASIC reinaba. De todo esto hablé en el blog de mi colega escritor de ciencia ficción Ismael Santiago (os dejo link aquí). Hoy en día sigo enganchado a la IA, esta vez a través de mi trabajo en proyectos de I+D+i. Aunque mi papel no es el de programar redes neuronales ni desarrollar modelos con machine learning, sí que necesito tener una panorámica del estado del arte de la IA y entender cómo puede aplicarse a problemas reales. Y una de las cosas que tengo presente siempre es que la IA es una solución imperfecta. Cuando existe una manera determinista de hacer las cosas, la IA no tiene sentido. Vale, la afirmación es demasiado categórica y rascando un poquito se le verán las costuras, pero resume bien, creo, para qué cosas sirve mejor la IA. En general, la IA funciona bien cuando no hay una ecuación que describa un comportamiento y debemos recurrir a probabilidades, parecidos, comparaciones y otras formas matemáticas que como resultado dan, en lugar de una certeza, una probabilidad. Por eso me parecía interesante jugar a personificar la IA y pensar qué es lo que más rabia le daría. Y mi conclusión es que lo que más odiaría una IA, si tuviera sentimientos, sería precisamente la incertidumbre, lo impredecible, porque es lo que hace que falle y sea menos eficiente. Así me había encontrado con un personaje, un un prototipo de personaje: una IA que busca mejorar sus porcentajes de acierto y, además de mejorar sus algoritmos, se empeña en eliminar los factores de incertidumbre.
Por otro lado, todos sabemos que la incertidumbre es precisamente la sal y pimienta de la vida. Así que el choque máquina-persona está servido. Necesitaba ahora instalar en algún sitio a mi recién creada IA ficticia.
¿Dónde mejor que en una smart city?
He trabajado durante muchos años en smart cities, ciudades inteligentes. No os quiero aburrir, pero yo estuve allí, hace muchos años, cuando desde la patronal española se dio una definición de qué es una smart city, la definición que luego se adoptó ampliamente. Y también estuve cuando se creó en comité de normalización de AENOR sobre ciudades inteligentes, y cuando se definieron varios programas de I+D+i para el desarrollo con su debido pertrecho de millones de euros, o cuando hablamos de los grandes problemas: densidad, interoperabilidad, mantenimiento de los sensores, qué plataformas usar y mil cosas más. Dicho todo esto, yo era una pieza más en medio de los grandes actores en esto de las smart cities, pero sí puedo decir que tengo una conciencia bastante presente de lo que son y lo que no.
Había escuchado unos días atrás la noticia de que una empresa china de videojuegos había colocado como directora general o CEO a una IA en lugar de a una persona y quería aprovechar ese concepto tan potente para hacer ficción sobre ello. Creo que pocas veces he tenido una base documental y de experiencia tan sólida para escribir un relato como el que estaba gestando en la imaginación. Y, sin embargo, la narración me pudo. La historia me ardía en las manos y la tecleé totalmente inmerso en la trama y sin dejar entrar en mi cerebro todo ese torrente de conocimeinto sobre IA y sobre smart cities. que he atesorado con la fuerza de los años. No, lo tengo tan interiorizado que no necesité abrir una sola pestaña de navegador para documentarme en internet, pero es que la historia me atrapó y no me dejaba despegarme de la página y el teclado.
Así se creó Zamagesti. Al final, la base científica y tecnológica de IA y smert cities que contiene se quedó minimizada a un barniz. Un barniz sobre el que he echado a correr a mis personajes: motos, drones, disparos, velocidad y mucha electricidad.
Estaré encantado de conocer qué os parece el relato. ¡Gracias por leer!
Las ecuaciones y modelos matemáticos pueden predecir el comportamiento de sistemas cada vez más complejos. Pero, ¿hasta qué punto la realidad responde a un esquema determinista?¿Está el libre albedrío de las personas sujeto a algún complejo sistema de ecuaciones o existe la libertad real? Con estas premisas he cocinado El libre albedrío, un nuevo relato dentro de la colección Mil Oniros ciencia ficción.
Muchos sistemas en la naturaleza se comportan según unas leyes deterministas. Por ejemplo, la Luna orbita alrededor de la Tierra no de una forma caprichosa, sino que sigue unos patrones que somos capaces de expresas en ecuaciones y, por lo tanto, prever su movimiento futuro.
Otros sistemas tienen comportamientos difíciles de predecir con precisión, pero que se ajustan a patrones generales. Por ejemplo, el vuelo de una abeja puede parecer aleatorio a simple vista pero, estudiado con suficiente perspectiva, responde a una lógica que puede más o menos ser descrita y explicada. Muchos dirán, de hecho, que la abeja no es libre, sino que actúa por instinto y de acuerdo a su rol dentro de la colmena.
Los seres humanos nos creemos libres. Sin embargo, muchas de las acciones que realizamos son involuntarias, automáticas, rutinarias o instintivas. Latir, respirar, bostezar, rascarse, comer, beber o dormir no parecen acciones sobre las que podamos elegir. Profundizando un poco más, al parecer los estados de ánimo tienen una base química y vienen a ser reflejo de un cierto cóctel hormonal. Si vamos al límite, ¿son nuestras decisiones realmente libres o son el resultado de una configuración específica de elementos físicos y químicos?
Estas reflexiones no son nuevas. Creo que desde que enfrenté de niño a la ecuación de «velocidad = espacio/tiempo» me pregunto qué otras cosas se pueden calcular y si acaso incluso lo extremadamente complejo, aleatorio a nuestros ojos, es un resultado que no podría ser de otra manera. Lo novedoso es que ahora he transformado esta inquietud en relato. El libre albedríoes el resultado de imaginar opciones, de reflexionar y, sobre todo, fantasear. Verá la luz el 30 de julio de 2022, con motivo de la lluvia de estrellas de las Delta Acuáridas, bajo la colección Mil Oniros ciencia ficción. La versión digital está ya en preventa al precio especial de 0,99 € solo hasta el 30 de julio. Puedes hacerte con él haciendo clic en la imagen de portada, o directamente aquí.
Os dejo la sinopsis a continuación:
¿Qué harías si formaras parte de un pelotón de fusilamiento?El soldado Alexei Snegov decidió no disparar. Esta elección precipita una serie de acontecimientos que conducen a Alexei a la remota base científica de Tiksi, al norte de Rusia. Con la guerra como trasfondo, el soldado descubrirá las avanzadas teorías del profesor Zorko y se verá abocado a participar en sus experimentos. La investigación, motivada por la posibilidad de desarrollar un arma definitiva, esconde sin embargo una realidad mucho más trascendente y que responde a una de las grandes preguntas. ¿Somos los seres humanos realmente libres?