6 curiosidades sobre «¡Supercoche!»

Escribí ¡Supercoche! en 2018.

Es un librojuego al estilo Elige tu propia aventura para lectores y lectoras middlegrade (infantil) que combina aventuras y tecnología.

Supercoche

En sus páginas, tienes la oportunidad de pilotar un coche deportivo con personalidad propia gracias a su inteligencia artificial, como una versión moderna de El coche fantástico. También enfrentarás piratas informáticos e incluso podrás competir en una arriesgada carrera automovilística de prototipos.

Durante su escritura, que me llevó meses, quise incluir algunas referencias, guiños y homenajes. Por supuesto, estas no influyen en la aventura como tal y no es necesario conocerlas para disfrutar del librojuego con plenitud. Pero, creo, añaden una capa extra de interés sobre todo a los adultos que se acerquen a su lectura. Revelar estas curiosidades, aunque no supone un spoiler como tal, sí puede dar alguna pista. Pero hace ya unos años que lo publiqué y creo que es un buen momento para desvelarlas. Aquí van.

1. Está basado en tecnología española real

Si, además de librojuego e infantil, tuviera que asignar a ¡Supercoche! una tercera etiqueta, elegiría la de ciencia ficción.

O, siendo más preciso, tecnología-ficción. Lo que probablemente un lector que se acerque por primera vez a ¡Supercoche! no sepa es que este sustrato tecnológico no es casual, sino que es reflejo directo de mi experiencia profesional. Soy escritor, pero también tengo la suerte de trabajar en el campo de la I+D+i en el sector digital. Conozco de cerca ámbitos tecnológicos como la inteligencia artificial, el vehículo conectado y autónomo, la ciberseguridad, las tecnologías cuánticas o la realidad virtual y aumentada. Me encanta utilizar toda esta base de conocimiento como materia prima para crear historias. Los guantes táctiles, el casco de realidad virtual o las increíbles habilidades del supercoche Zirquit están basados en innovaciones y capacidades reales. Y no necesité documentarme en fuentes lejanas: me inspiré en tecnologías ya disponibles y en proyectos de empresas españolas con las que he tenido relación profesional.

La empresa ficticia Neuroquantics de ¡Supercoche! es un trasunto de estas compañías españolas. Ellas son, de alguna manera, las que han equipado al increíble Zirquit.

2. Incluye un homenaje a Tim Hartnell, de parte de mi yo de niño programador

De niño me divertía programando en un ordenador de la época, un Amstrad CPC464 de 8 bits. Aquella máquina cargaba programas a través de cassette y, aunque estaba orientado más a juegos que a cualquier otra cosa, me valió para aprender a crear código gracias al manual de BASIC que venía con el aparato.

Aquel manual pronto se me quedó corto y tuve que recurrir a la biblioteca municipal de Alcorcón, que me quedaba a unos diez o quince minutos andando de casa, para encontrar otros libros de programación. En aquella época, efectivamente, no existía Google, quedaban aún unos años para que Internet llegara a los hogares y las bibliotecas eran el único lugar en el que un niño como yo podía acceder a un mayor conocimiento en informática.

Fue gracias a la biblioteca pública que descubrí los maravillosos libros de Tim Hartnell sobre programación de juegos de ordenador. Con ellos aprendí qué significaba la inteligencia artificial y cómo un programa con un código relativamente breve y sencillo era capaz de emular comportamientos inteligentes, de mover fichas en un juego de tablero o de componer poemas de forma automática.

De Tim Hartnell tomé el apellido para mi personaje de Edward Hartnell, el genio fundador de Neuroquantics en ¡Supercoche!

3. Hace un guiño al programa informático Eliza

Fue también gracias al libro de Tim Hartnell sobre inteligencia artificial que descubrí el programa Eliza. Tim presentaba una adaptación a BASIC del célebre programa. Eliza fue rompedor en su momento, el primer programa de procesamiento de lenguaje natural, que era capaz de mantener una conversación (aunque fuera en modo texto) con un humano. Este chatbot primitivo mantuvo a muchas personas pegadas a la pantalla, tecleando sobre sus sentimientos, sus problemas o sus sueños. Por eso en ¡Supercoche! decidí llamar Elisa a la empleada que te abre las puertas de Neuroquantics.

4. Incluye un homenaje a Edward Packard, de parte de mi yo de niño lector

Me enganché a la lectura de niño gracias a la serie de librojuegos Elige tu propia aventura de la que disfrutamos muchos en los años ochenta y principios de los noventa. El escritor creador de la colección, y uno de los máximos referentes del mundo de los librojuegos, es Edward Packard. Podríamos decir que el propio ¡Supercoche! es en sí mismo un homenaje a aquellos pequeños libros rojos. Para mí, publicar un librojuego por primera vez y hacerlo en una colección de referencia como Tú decides la aventura de la Editorial Hidra completaba el círculo que abrí de niño al descubrir y leer por primera vez las páginas de Elige tu propia aventura. Pero quise ser más explícito aún e incorporar en el nombre de pila del personaje Edward Hartnell de ¡Supercoche! un homenaje directo al gran Edward Packard.

5. El curioso caso de la ciudad de Argleton

En ¡Supercoche!, varias de las escenas cumbres de la aventura tienen lugar en el circuito de Argleton, donde se celebra una carrera en la que tú, lector, tienes opción de participar.

Argleton, en realidad, es un pueblo fantasma.

Sucede que Argleton apareció durante un tiempo referenciado tanto en Google Maps como en Google Earth, pero en realidad nunca ha llegado a existir como pueblo real.

Esta curiosidad de lugar virtual que no corresponde con nada real me pareció interesante y, además, una muestra de cómo entendemos las personas lo real y lo ficticio. Nunca he estado en Sidney, ni tampoco en Rivendel. En realidad, las ubicaciones que sí he visitado no son más que una pequeña fracción de lo que representa un mapa del mundo. Incluso si nos ceñimos a España, hay más de 8000 municipios. ¿De verdad podríamos distinguir si uno fuera, en realidad, inexistente y solo figurara en los atlas y en Google Maps?

6. Otros nombres que no son casuales

Además del personaje de Edward Hartnell, que encierra un doble homenaje a Edward Packard y a Tim Hartnell, de Elisa que refiere al programa Eliza o del circuito de Argleton, otros nombres que utilicé en ¡Supercoche! esconden su propio motivo.

El personaje de Roberts es una referencia al pirata Roberts de La princesa prometida (si no has visto la película o no has leído el libro, ¿a qué esperas para hacerlo?).

El personaje de Morris hace referencia al profesor Robert Tappan Morris, creador del llamado gusano Morris, uno de los primeros malware de Internet.

Y, finalmente, para la piloto Skadi de ¡Supercoche! quise evocar parte del carácter de Ruta Skadi, la Reina de las Brujas en la saga de La materia oscura del escritor británico Philip Pullman.

Creo que todas estas curiosidades enriquecen el libro en una capa adicional. Sin embargo, la esencia de ¡Supercoche! es la aventura, sin mayores pretensiones, y su principal objetivo es entretener a lectores y lectoras. ¿Te atreves a pilotar un supercoche?

Alcorque nº 3 (1995)

Revista Alcorque, nº 3 (diciembre 1995)

Los dos primeros números de Alcorque se crearon en el aula de literatura del curso escolar 1994-1995. La experiencia de aquel curso, incluida la revista, me encanto, y volví a matricularme al año siguiente. La profesora, Consuelo Cerejido, tuvo la habilidad de plantear un curso de escritura apropiado tanto para los que veníamos del año anterior como para los nuevos.

Una de las incertidumbres era si seguiríamos adelante con la revista Alcorque. Sí, lo hicimos. Varios de los compañeros del curso pasado volvíamos a estar juntos y con ganas de continuar el proyecto.

Entonces hacía ya un par de años que conocía a Raúl Yebra y nos habíamos intercambiado varios cuentos. Nos presentó Miguel Ángel Viejo, mi mejor amigo del colegio. Nos dejamos de ver paulatinamente cuando terminamos la EGB y fuimos a parar a institutos diferentes. Cada vez nos veíamos menos, y en una de esas me presentó a Raúl. Cuando me habló de él la primera vez me dijo algo así como «Está loco y también escribe, te lo tengo que presentar». Quedamos varias veces y comprobé que su locura era en realidad una creatividad desbordada. Supongo que en algún momento le recomendé los cursos de creación literaria y, este año, Raúl también se matriculó y fuimos compañeros de clases.

«El bosque de las almas en pena» fue el relato que Raúl publicó en el número 3 de Alcorque. Yo incluí «El aroma de las estrellas», un cuento que mejoraba sin duda mis trabajos anteriores para los números 1 y 2 de la revista. Mis amigos Ana Garrido y Juan José Alcolea se decantaron por los poemas «Vértice» y «Una tarde cualquiera de otoño», respectivamente. Otros títulos de las obras allí incluidas me traen sensaciones especiales, como «Borobudul», «Relumino» o «Interior de un cuadro sin luz», y me he descubierto con cierta resistencia a continuar más allá del título por si, después de tantos años, una nueva lectura pudiera hacerles perder su magia. Existe, o debe existir, el derecho a no releer algo que nos gustó mucho tiempo atrás, igual que existe el derecho a dulcificar los recuerdos.

La genialidad de Yolanda Núñez estaba presente de nuevo. Su técnica de maquetación artesana y su habilidad para explotar las posibilidades de las fotocopiadoras se encuentran por toda la revista y, sobre todo, en las páginas centrales. Nos divertimos con las manualidades navideñas que incluimos entre todos. Aquel diciembre, antes de irnos de vacaciones, quedó lanzada. Había pasado casi un año desde el primer número de Alcorque, que vio la luz el febrero anterior. Yo, encantado de haber publicado en tres ocasiones durante aquel año de 1995 gracias a la revista y a la Universidad Popular de Alcorcón.

 

 

Alcorque nº 2 (1995)

Revista Alcorque, nº 2 (junio 1995)

En junio de 1995, y para despedir el curso de creación literaria de la Universidad Popular de Alcorcón, publicamos el segundo número de la revista Alcorque.

El planteamiento parecía que sería similar al del primer número, pero ocurrieron varias cosas que le dieron a este mucha más fuerza. Las ilustraciones ganaron en calidad, comenzando por la propia portada. En esta ocasión, no imprimimos los ejemplares en un servicio de reprografía, sino que utilizamos los recursos y la fotocopiadora de la misma Universidad Popular de Alcorcón, y eso la hizo aún más artesana que la primera. Pero, sobre todo, tuvimos a Yolanda Núñez.

Yolanda irradiaba una energía especial. Era todo nervio y buen carácter. Se echó al hombro la revista y tiró de ella, de todos nosotros. Revolucionó la maquetación: la sacó de los corsés del software de oficina de la época y trabajó con tijeras, pegamento y rotuladores sobre los grandes pliegos A3 originales. Supo crear una tremenda complicidad entre nosotros. Ya no era tan solo la revista del aula de creación literaria que cargaba su peso en la profesora del curso para poder flotar, se había convertido en algo autónomo, de todos y mucho más fuerte.

Volví a publicar junto a mis compañeros del primer número y, además, se nos sumó Juan José Alcolea. El número 2 de Alcorque fue el primer proyecto que tuvimos en común  él, Ana Garrido y yo. Años más tarde, ingresaríamos en Verbo Azul y cogeríamos las riendas juntos de La Hoja Azul en Blanco. Pero esa es otra historia y debe contarse en otra ocasión.

Publiqué dos textos, el cuento «Sekuestro doble» (sí, a mis 16 años no sabía bien cómo ser rebelde, y utilizar la letra ka en cualquier sitio no me parecía tan mal) y «Hada», un poema breve, adolescente también, del que me sigue gustando el ritmo.

Este segundo número fue poderoso y mágico. El árbol lector del dibujo de portada me encanta, la verdadera imagen de lo que para mí significa esta revista. Y mucho más. Si es verdad que, cuando uno muere, se agolpan las imágenes de lo más importante que ha vivido, para mí esta portada será sin duda una de ellas.

Animo a todo el mundo a imprimir un par de cuentos o poemas y, después, dejar de lado el ordenador, desplegar en la mesa de trabajo un gran papel A3, revistas, tijeras, rotuladores y pegamento, recortar nuestros textos impresos y cualquier cosa con lo que nos apetezca rodearlos y montar una obra artesana.

Este ejemplar bien podría ser una pieza de coleccionista. Creo que la experiencia en Alcorque tiene mucho que ver con que hoy en día guarde con cariño cualquier libro de tirada ultracorta que caiga en mis manos, y mucho también con que me guste tanto leer escritores aficionados o independientes.

Alcorque nº 1 (1995)

Revista Alcorque nº 1 (febrero 1995)

La primera vez que publiqué fue en 1995, en la revista Alcorque del aula de creación literaria de la Universidad Popular de Alcorcón. Cada uno de los compañeros de aquel curso de escritura contribuimos con un cuento. Guardo aún un ejemplar de esta revista. Hoy he querido sacarlo de la estantería para traerlo a este blog y recordar aquella primera aventura de publicación.

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