Veinte mil leguas de viaje submarino

Hoy os traigo mi lectura seleccionada del mes de febrero de 2024.

Se trata de un clásico de Julio Verne, y una de sus novelas más célebres.

Verne, el autor de los Viajes extraordinarios, el gran precursor de la ciencia ficción moderna, el que tan bien ha sabido conectar con sucesivas generaciones de jóvenes. Y, sin embargo, yo aún no había leído este libro.

En realidad, lo he escuchado en audiolibro. Casi diecisiete horas de audio. Narrado excepcionalmente por la voz de Juan Carlos Albarración en la edición que, en mi caso, encontré en la plataforma Nextory.

Me ha maravillado su prosa. Lenta, sí, en algunos pasajes, sobre todo en los más descriptivos y enumerativos. Verne hace desfilar en inmensos párrafos información que más bien parece propia de una enciclopedia y no de una novela.

Pero, quizá, es que nos estamos acelerando demasiado.

Porque, tras las dos o tres primeras horas de escucha, empecé a acostumbrarme a esta parsimonia. Lo que al principio me llegaba a desesperar, se convirtió en disfrute. Sí, esa manera tan exhaustiva de narrar tiene un curioso encanto. Como si, en una película, se intercalaran de vez en cuando fragmentos de documental. Y eso no está tan mal.

Disfrutar esta novela pausada me hizo sentir rebelde frente a todas esas cosas que se llevan hoy en día en la literatura. Me refiero a los mensajes que pretenden destacar las virtudes de un libro como «Trepidante», «No podrás parar de leer», «Te engancha desde el principio».

Pues bien, Veinte mil leguas de viaje submarino no es trepidante. No es imposibe de dejar de leer (de hecho, estuve a punto de abandonarlo en sus primeros compases). No engancha desde el principio. Pero tiene otras cosas.

Conecté con mi manera de pensar más infantil y adolescente, de esos últimos años del milenio pasado, cuando las cosas no iban tan rápido (y cuando quizá para mí el tiempo pasaba más lento).

Disfruté de la textura del libro, como quien disfruta de un viaje en tren y decide enfocarse en contemplar el paisaje en lugar de obsesionarse con la hora de llegada al destino.

Celebré las escenas y pasajes de acción, las saboreé más y las disfruté enormemente, ya que destacaban tanto entre la parsimonia de la trama que destacaban y brillaban de forma especial.

Y me sentí un poco capitán Nemo, un poco Verne, empaticé con ese afán de encerrarme en mí mismo y dejar la vertiginosa realidad social fuera. Porque, a veces, uno quisiera tener un Nautilus en el que refugiarse de todo el ruido exterior, donde encontrarse a uno mismo y disfrutar de esos momentos propios, sin exposición al escrutinio de los demás. Porque quizá solo así se puede ser realmente feliz.

Así, tengo que reconocer que esta viaje submarino en forma de lectura de audilibro me ha sentado de maravilla. Y he disfrutado de ser rebelde.

Además de en Nextory, también está disponible en Amazon. ¿Te animas a leer (¡o escuchar!) este libro?

A modo de curiosidad, os dejo referencia a una vista de google maps que reproduce el viaje del Nautilus: en este enlace.