Un mago de Terramar

Mi lectura seleccionada de mayo de 2024 ha sido el clásico de fantasía Un mago de Terramar, de Ursula K. Le Guin.

De nuevo, aproveché las relativamente recientes y estupendas ediciones en audiolibro para sumergirme en la lectura, esta vez con la voz de Marta Rodríguez Pandozi en una narración excelente.

Siempre que abordo un libro célebre, temo que mis expectativas sean altas y la novela acabe por no alcanzarlas y por decepcionarme. Sin embargo, me ocurrió algo singular en este caso. Han sido tantas las reivindicaciones que he escuchado del buen hacer a todos los niveles de la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin que mi yo lector del subconsciente comenzó a pensar que no sería para tanto, que se trataría de una moda sobrevalorada. Así que mis expectativas sobre Terramar, aun tratándose de un clásico, estaban bastante contenidas.

Lo comencé a leer y ocurrió algo genial. La narración me llevó de la mano de una manera que me hizo olvidar a Ursula K. Le Guin, a toda su aura de escritora mítica y a las miles de críticas, análisis y alabanzas sobre su obra. A los poco minutos de escucha, dejé de ser consciente de estar leyendo a una escritora clásica y encumbrada, porque lo único que me interesaba era la historia que contaba. Nos habíamos quedado solos el libro y yo, aislados del contexto, en esa sincronía íntima que hace cada lectura única y diferente.

Un mago de Terramar me ha hecho reconectar con ese lector adolescente que aún conservo. Siempre lo digo: si uno lee de niño, siempre será capaz de leer con ojos de niño. Si uno lee de adolescente, también sabrá volver a esa edad lectora y disfrutar así de los libros.
En esencia, Un mago de Terramar cuenta el viaje iniciático de Ged, su protagonista. Se desarrolla en el archipiélago de Terramar. Sí, la construcción del mundo es importante en la novela, pero se agradece que la acción predomine sobre ello. No abusa de referencias a la política, la historia o la geografía de Terramar y la narración fluye muy bien. También debo decir que mis lecturas inmediatamente anteriores eran densas y, en comparación, cualquier cosa puede parecerme ágil: vengo de leer Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne y Moby Dick de Herman Melville, obras que intercalan verdaderos documentales entre escena y escena.

La narración de Un mago de Terramar cuenta la juventud de Ged, y su evolución como mago. Rompe algunos esquemas, pero en general incluye un buen número de arquetipos (muy bien manejados, eso sí). El viejo mago mentor, los dragones sabios y majestuosos, una escuela de magia -aunque en un libro de 1968 probablemente esto fuera novedoso- con las figuras de maestro, el amigo y rival y, sobre todo, el doble largo viaje, tanto exterior como interior, que emprende el protragonista y lo forja.

El capítulo más estremecedor, en mi opinión, es el que transcurre en la Corte del Terrenon. Allí, Ged se reencuentra con Serret, personaje que ya intervino en la niñez de Ged y que ahora aparece como mujer y esposa del señor del Terrenon. La relación que establece con Ged es desconcertante y desemboca en el que para mí es el punto clave del viaje de Ged. La escena de Ged y Serret junto al ancestral Terrenon, me hizo sentir frío. Sí, el frío de la narración se volvió físico. Es cierto que, además, esa parte del audiolibro vino a coincidir con un paseo nocturno por un lugar expuesto al viento. Los detalles de la situación y si Ged sale airoso o no lo dejo a cada lector. Lo inquietante es que, en lo profundo, Ursula K. Le Guin instala un gran desasosiego en el lector: desde fuera, está clara la forma correcta de proceder, pero en mi intimidad lectora entendí que, aún siendo todo tan claro, yo hubiera sucumbido a las palabras de Serret. Por eso la escena es tan potente y, para mi gusto, destaca sobre otras quizá más espectaculares y adornadas de dragones, hechizos o sombras. La esencia de Serret me recordó a la mítica película de serie B I walked with a zombie, (Jacques Tourneur, 1943) con la actriz Edith Barrett interpretando a la zombificada señora Rand.

Es de esas escenas que hace que un libro se gane mi respeto como lector, que lo mire de igual a igual. Y, cuando eso sucede, leer es maravilloso.

Moby Dick

Hoy os traigo mi lectura seleccionada del mes de abril de 2024.

Es un libro que tenía desde hace mucho tiempo en mi lista de pendientes y que, gracias al formato de audiolibro, por fin lo he leído.

Se trata del clásico de Herman Melville, Moby Dick. En la voz de Germán Gijón la experiencia es muy buena e inmersiva y dura un total de casi 23 horas. Os podéis imaginar con esto que me ha acompañado durante bastantes días en paseos, deporte y tareas del hogar.

La novela fue publicada originalmente en 1851. Hablamos de un texto con solera. Es apenas veinte años anterior a otro de los libros que leí recientemente: Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne. A pesar de que son prácticamente contemporáneos, la novela de Melville me evocó un mundo mucho más antiguo. Quizá porque Moby Dick mira a popa y el libro de Verne se proyecta a proa. A fin de cuentas, Veinte mil leguas de viaje submarino es novela científica y de anticipación.

En cualquier caso, ambas novelas creo que tienen mucho más en común que de diferente. No solo que son hijas del siglo XIX. Sobre todo, comparten la misma temática común del mar. Pequod y Nautilus mueven la trama a golpe de remos, velas o motor. Ambas obras despliegan grandes cantidades de párrafos documentales: esto es algo inconcebible en las novelas actuales, ¿detener la trama para describir o explicar en detalle las maravillas del mar o las características de los cetáceos? En eso se nota que son obras escritas por una generación de escritores muy anterior a la actual y, desde luego, para unos lectores muy diferentes. Ambos libros presentan sendos capitanes sombríos. Ahab en el Pequod de Moby Dick y Nemo en el Nautilus de Veinte mil leguas de viaje submarino. Quizá la evolución de ambos personajes es opuesta, pero desde luego que habitan en la oscuridad durante gran parte de sus relatos. Los dos libros destilan también una supremacía del ser humano sobre la naturaleza, responden a esa manera de pensar de que el hombre, con su habilidad, su conocimiento o su audacia, tiene derecho a disponer de todos los recursos naturales que sea capaz de dominar. Ambos libros se cuentan desde un narrador en primera persona que acaba siendo más testigo que verdadero actor de los sucesos: si en los primeros compases el lector los identifica como protagonistas, pronto esto cambia y la trama acaba sostenida por esos Ahab y Nemo, que son verdaderamente memorables.

Y hasta aquí las similitudes que quería apuntar. Me interesa, ahora, destacar algunas particularidades de Moby Dick y responder a la pregunta de si es una lectura apropiada para nuestros tiempos.

Moby Dick, a mi parecer, describe con más fuerza la vida en el mar. Utiliza más sentidos, más detalles y, también, un cierto orgullo que impregna todo de sentimiento. El mar que atraviesa el Pequod es áspero, exigente con el esfuerzo físico y atroz a la hora de dibujar el destino en el horizonte. Moby Dick, a mi parecer, es también más redondo. La gran pregunta, si Ahab dará caza o no al gran cachalote blanco Moby Dick, queda respondida al final del libro.

Con todo, se trata de una narración de sello antiguo, de dos siglos atrás. Me da vértigo, como escritor, pensar en el envejecer de las obras. Porque uno se hace a la idea de envejecer como persona, pero se aferra a esa idea de que las obras podrían ser más duraderos que uno mismo. Y, sin embargo, veo que Moby Dick pasa de moda. Por mucho que se mantenga a flote como clásico, no es pujante ni creo que atrape a nuevos lectores. Sí, siempre habrá quien llegue a sus páginas por una u otra razón, pero serán cada vez menos personas. Creo que este libro resuena en unos códigos que tienen cada vez menos que ver con los que configuran a los más jóvenes hoy en día. Resistirá como pieza de valor filológico, quizá dé algunos coletazos gracias a alguna adaptación cinematográfica, pero su relevancia se extinguirá. Y no deja de ser peculiar. La caza indiscriminada que se describe (y se reverencia) en la obra de Melville llevó casi a la extinción a las ballenas, pero finalmente creo que serán las ballenas las que sobrevivirán a Moby Dick.

Y es que, quizá, lo fascinante en Moby Dick es la carga cultural que las personas asignamos a la naturaleza, más que la naturaleza misma.

La lectura en audiolibro merece la pena. La locución transmite bien las tensiones y energías en conflicto, los caracteres fuertes de los personajes y el pulso que requiere la obra. Sí, la narración de Germán Gijón es muy buena. Creo, además, que a mí Moby Dick me ha cogido por los pelos y que no lo hubiera leído si la única opción disponible fuera la edición tradicional en papel. Aún así, lo recomiendo, sí, para cualquiera que esté dispuesto a enfrentar libros de dos siglos atrás y descubrir todas esas cosas buenas que ofrecen, aunque no respondan a los códigos de las novelas actuales. Porque leer algo de este estilo, que se sale totalmente de la fórmula del best seller actual, también tiene un punto de rebeldía muy agradable.

El templo de los grillos

Hoy os traigo mi lectura seleccionada del mes de marzo de 2024.

Se trata de un relato.

Ya sabéis que soy un defensor de los formatos breves en literatura. Me encanta la capacidad de los cuentos para innovar, sorprender y ofrecer una experiencia de lectura completa en un intervalo concentrado de tiempo.

También me encanta escuchar historias. Que me cuenten un cuento.

El templo de los grillos, de Nuria Chicote, me ha regalado una de estas experiencias que tanto me gustan.

Se trata de un relato publicado en el podcast Ciencia espeluznante de Principa. Antes que ficción sonora fue publicación en texto en la versión impresa, en el número 18 de Principia Magazine. Pero yo he accedido directamente a la versión en audio.

Y me ha encantado.

Cuenta la historia de una arqueóloga que, siguiendo los pasos del explorador británico Lord Mowbray, busca el templo de Tso-Dre Lha-Khang oculto en algún lugar perdido de Nepal con el objetivo de desentrañar los misterios de una técnica de momificación ancestral.

Sí, tengo costumbre de escuchar audiolibros largos. El templo de los grillos reúne, como relato, algunos atractivos adicionales que lo han aupado a mi lectura seleccionada del mes.

Sobre todo, es una estupenda narración. Un relato de los de verdad, con intriga, con buena ambientación y con escenas llenas de imágenes potentes. Con gancho. Es de esos relatos que te lleva directamente a un terreno de aventuras donde pueden ocurrir cosas fascinantes, a ese lugar donde habitan las historias genuinas, que tanto gusta visitar desde la seguridad de un sillón en el interior de un hogar porque, quizá, nos impresione demasiado y necesitemos recordar que tan solo estábamos leyendo.

Además, insisto, eso de escuchar una historia completa, de principio a fin, en poco más de veinte minutos de locución es absolutamente mágico. La novela es la reina de la literatura hoy en día, pero las narraciones breves tienen su sortilegio especial, ese pulso atávico que poseen las historias antiguas.

La producción es buena. El equipo de Principia ha hecho un estupendo trabajo con la ambientación sonora. Y la propia autora, Nuria, nos lo narra. Nos cuenta su relato al oído. ¿Qué más se puede pedir?

Junto a la recomendación, eso sí, quiero dejar una advertencia. El relato no se enmarca por casualidad en un podcast de ciencia espeluznante. Es muy probable que te haga estremecer.

Yo ya te he advertido. Ahora te toca a ti decidir si te aventuras a penetrar en el templo de Tso-Dre Lha-Khang.

Hijos del dios binario

Os traigo mi lectura seleccionada de enero de 2024.

Descubrí al escritor David B. Gil gracias al podcast literario A 30 teclas por hora. Desde entonces, supe que más temprano que tarde terminaría por leer algo suyo.

Lo que no sabía es que mi primera lectura de un libro de David sería un tecnothriller, en lugar de una de sus obras de ambientación japonesa histórica, que es quizá lo que mejor caracteriza a este autor.

He leído su novela Hijos del dios binario.

Es una obra de ciencia ficción. Pero, sobre todo, es un thriller. Uno en toda regla. Estoy seguro de que todos los amantes del thriller disfrutarán muchísimo con esta obra.

Su logro, desde mi punto de vista, es que tiene elementos de ciencia ficción lo suficientemente potentes como para gustar también a un lector de ci-fi.

Su acierto es que comienza como thriller, que se desarrolla como thriller, y que las componentes más tecnológicas se introducen paulatinamente: en un principio son detalles no demasiado importantes para la trama y, para cuando lo tecnológico toma mayor relevancia, el lector ya está sumergido en el ritmo del thriller. Creo que es una forma inteligente de mantener la tensión sin renunciar a los elementos de especulación científica (en este caso podríamos decir tecnológica) que nos hacen soñar a los lectores como yo.

No destriparé lo que ocurre durante la trama. Sí que quiero comentar, sin embargo, que la gran pregunta que plantea el libro al inicio es propia del thriller y se ofrece una respuesta al final. Por otro lado, David B. Gil abre un buen puñado de interrogantes basados en el marco tecnológico que ha diseñado para la novela, pero los desarrolla solo en tanto que cumplen un servicio hacia la historia principal y los deja sin responder. Así que he cogido el guante y he reflexionado sobre esos cabos abiertos. Creo que están ahí para eso, para que los curiosos juguemos a desarrollarlos nosotros mismos.

¿Deviene el mundo en una distopía digital donde lo virtual se sobrepone a lo real? La novela lanza la pregunta, pero no necesita responderla para completar un historia excelente, así que nos toca pensar sobre ello a los curiosos como yo.

¿Qué ocurre con esos personajes que tienen habilidades físicas, digamos, especiales? Darían juego para una novela posterior pero, de nuevo, su destino queda fuera del ámbito de este thriller y la pregunta queda abierta.

¿La guerra fría digital devendrá en guerra caliente? ¿Será una guerra en la que las corporaciones tengan tanto o más protagonismo que los propios estados? No sé si, en algún momento, el autor querrá recoger ese material disponible para escribir un nuevo libro.

Hijos del dios binario es completo, pleno y redondo, independientemente de que queden preguntas en el aire, porque sí que resuelve lo principal. Además, tiene una prosa que destaca para bien. Merece la pena engancharse a la trepidante historia que viven los protagonistas y, a la vez, zambullirse en el escenario de futuro tecnológico que nos plantea David B. Gil.

¿Te animas a leer este libro?

El erizo Pinchete

Los erizos son unos de esos animales que tienen un magnetismo especial para los niños. Igual que los elefantes o los pandas, gustan mucho.

Por supuesto, los animales en la realidad son muy diferentes.

Lo que más me llamó la atención la primera vez que sostuve un erizo fue su alta densidad. Pesaba más de lo que, por su tamaño, había calculado.

También me sorprendió lo aferradas que están las púas a su cuerpo y la flexibilidad de su hocico.

Fue durante unas vacaciones de verano. El vecino de al lado nos lo ofreció en bandeja, literalmente, sobre un periódico, para que pudiéramos cogerlo sin pincharnos. En realidad, el vecino consideraba que la presencia de un erizo era muy positiva, pero volvía loco al perro de un familiar que pasaba con él unos días y nos pidió que lo tuviéramos en nuestro jardín.

Lo aceptamos y, tras examinarlo de cerca un momento, lo dejamos libre, ya en el terreno a nuestro lado de la valla, lejos de la curiosidad y la amenaza del perro.

El animal se perdió de vista. Creo que tan solo lo volví a ver una vez más. Sus hábitos nocturnos y su aspecto tan discreto lo hacían muy difícil de detectar. Quiero pensar que aquel erizo ganó en calidad de vida y que su nivel de estrés se rebajó.

Por supuesto, a mi hijo le encantó la experiencia. Casi inmediatamente, habíamos creado a Pinchete como personaje de ficción, un trasunto del erizo real al que ya no contábamos con volver a ver.

El personaje, Pinchete, tuvo pronto su cuento, sus propias aventuras inventadas en un bosque. Entre mi hijo, mi mujer y yo dimos forma a la trama como cuento infantil, comprobamos que funcionaba como narración, refinamos la historia y la ilustramos.

Hoy, El erizo Pinchete sale de la madriguera es una realidad. Me encanta ofrecer este nuevo cuento, un álbum infantil ilustrado, y sumarlo a nuestro concepto de libros infantiles de la Colección Letra Ligada que cuenta ya con un título anterior: Zodiana, la estrella viajera.

Se trata de una fábula con erizos y otros animales del bosque. Está ilustrado en acuarela y, en conjunto, funciona como un cuento divertido, atemporal y de una narrativa sencilla y lógica adecuada para los más pequeños.

Mantenemos la filosofía de cuentos cortos para niños en su etapa de pensamiento mágico (desde los cero a los siete u ocho años), pensados tanto para que los padres lo cuenten o, si comienzan con sus primeras lecturas autónomas, que los peques puedan leerlo con la tipografía de letra ligada que se usa en las escuelas, el formato cuadrado que facilita su manejo y las ilustraciones a todo color.

¡Esperamos que Pinchete haga pasar muchos buenos ratos a los más pequeños!