Narradores no fiables y parejas en «Nueve semanas (justas-justitas)», de P. L. Salvador

No es ciencia ficción ni literatura de género. Nueve semanas (justas-justitas) de P. L. Salvador es narrativa contemporánea. Lo leí a mediados de agosto y aquí está mi artículo-reseña en la que te cuento por qué me lancé a esta lectura y, quizá, por qué deberías hacerlo tú también.

Como de costumbre, la reseña es inofensiva en tanto que no tiene destripes (o spoilers para los que gusten del término inglés), pero si queréis que dialoguemos sobre ella, nos vemos en los comentarios, ahí sí, sin filtros ni cautelas.

Nueve semanas (justas-justitas), P. L. Salvador

Título: Nueve semanas (justas-justitas)
Autor: P. L. Salvador
Editorial Pez de Plata, año 2016
128 páginas en versión impresa, o 3 horas y 50 minutos en audiolibro

Descubrimiento

A principios de agosto, buscando activamente audiolibros de ciencia ficción en español en la plataforma de audiolibros Nextory, di con 2222 de P. L. Salvador. Me gustó. Y por eso enganché enseguida como siguiente lectura con otro audiolibro del mismo autor que la plataforma me propuso: Nueve semanas (justas-justitas). Esta vez no era ciencia ficción, ni fantasía, ni terror. No era una lectura pendiente, una recomendación o un libro de algún colega escritor que quisiera leer. Nada de eso. Simple y llanamente, el libro anterior de este autor me gustó y me pareció bien repetir pluma con otra obra suya. Mérito de P. L. Salvador. A ti también te pasa, ¿verdad? Lo de engancharte a un escritor y darle preferencia por encima de cualquier otra cosa, como si es o no de tu género favorito, o si la sinopsis te ha cautivado o no. No me preocupé de investigar de qué trataba Nueve semanas (justas-justitas), ni si tenía más o menos valoraciones de más o menos estrellitas. Sabía que iba a ser mi siguiente lectura sí o sí.

Es una novela relativamente corta. Algo menos de cuatro horas en su versión narrada. Así que, aunque no es ni ciencia ficción ni fantasía, ni tampoco un librojuego, podía permitirme sin problemas unos días para dedicar a esta novela contemporánea. A fin de cuentas, me encanta leer variado y mis géneros favoritos seguirán estando ahí, esperándome, para cuando vuelva.

Sinopsis (según la editorial)

Esta es la historia de Bloss Ñejer, un golfo irresistible que siempre vivió de las mujeres porque ellas se lo permitieron. Nació guapo y con talento, pero él no tiene la culpa. Tampoco tiene la culpa de ser escritor. Maldita sea, lo necesita. Necesita escribir. Necesita registrar sus sensaciones en una libreta-diario. Bloss en un canalla, un tipo burlón que le planta cara a la vida enseñando los dientes. Apretando los dientes. El éxito es esquivo y la vida golpea. Pero de uno de esos golpes (un golpe de suerte) nacerá un nuevo estilo literario cuyo poder de seducción va más allá de los lectores y de la propia literatura. Un estilo inimitable, que todos imitarán. Un estilo contagioso, indecoroso, sedicioso. El estilo de un hombre al que ya le toca ganar. Así pues, experimentemos….

Mi lectura

Venía de escuchar en audiolibro la novela 2222 del mismo autor, por lo que me cogió preparado para afrontar un estilo particular. Mi cerebro lector estaba muy en forma y enganché sin esfuerzo con la narración, también en audiolibro, de Nueve semanas (justas-justitas). El libro comienza directamente en la voz de Bloss, el protagonista, como narrador en primera persona. Pero hay que esperar un poco para entrar en materia y entender qué es lo que verdaderamente nos plantea la novela.

La novela cuenta la historia de amor de Bloss y Dedé. Con sus requiebros, intrigas, complicaciones, juegos de intereses y, quizá, amor verdadero. Con sus giros y sorpresas, y mucho más interesante en el desarrollo (tanto forma como contenido) que en el desenlace. No digo que el final falle ni sea flojo, sino que en esta novela, como en los buenos viajes, se disfruta el camino más que el destino último.

Los capítulos cortos funcionan muy bien, y, sobre todo, los cambios de narrador. El juego de narradores de Nueve semanas (justas-justitas) cuenta con un punto adicional de sofisticación si lo comparamos con 2222, novela en la que también se salta con maestría de un personaje a otro para adoptar su punto de vista.

La novela es lineal en el tiempo y los distintos personajes van pasándose el rol de narrador, como en una carrera de relevos. Así, la estructura es simple en cuanto a la cronología, y relata efectivamente una historia que se desarrolla durante nueve semanas. Las sofisticaciones vienen después y son de lo más interesante.

La primera sofisticación es que los distintos personajes, cuando narran, cuentan su propia versión. En líneas generales, el relato que componen entre todos los personajes narradores es coherente, pero no del todo, porque hay algunas contradicciones interesantes que son, además, la sal y la pimienta de esta novela. Así, nos enfrentamos a un pentagrama de cinco narradores no fiables que pretenden contar una misma historia y, claro, el resultado es un relato con cierta multiplicidad, rizado con varios flecos y posibilidades para que cada lector escoja la verdad que más le guste. En cualquier caso, el final es irrefutable, único en cuanto a los hechos.

La segunda sofisticación es que, además, los personajes son escritores y escriben, precisamente, lo que sucede en sus propias vidas como un experimento literario. Así, nos enfrentamos no solo a narradores no fiables porque cada uno tenga sus intereses o maneje diferente información. También son no fiables porque, a fin de cuentas, son escritores, amigos de la ficción, lo no real, quizá dispuestos (o no) a añadir elementos de su invención al relato, mezclados con los hechos objetivos y con sus intereses particulares. Y es que lo que escriban influirá en la trama, en lo que pueda suceder con sus vidas.

El gran logro de P. L. Salvador es que uno, como lector, es capaz de empatizar con todos estos narradores. Lógicamente cada lector tendrá sus favoritos. Os digo cuál es el mío en los comentarios, no porque eso sea un spoiler, sino porque prefiero no condicionarte y que sean los propios personajes quienes peleen por ganarse tu crédito o tu simpatía.

De nuevo, al igual que 2222, Nueve semanas (justas-justitas) utiliza una ambientación mediterránea. En este caso, al ser una novela contemporánea, los escenarios son mucho más precisos y reales. Me gusta, de nuevo, que las localizaciones de Valencia y Cataluña se vean retratadas en la ficción.

¿Le pondría algún pero? Cuestión de gustos. Si me esfuerzo en rebuscar, comentaría algo sobre Bloss, pero prefiero decírtelo en los comentarios porque podría ser un spoiler.

Como digo, mi lectura ha sido en audiolibro. La narración de Enric Puig es buena, juega perfectamente con las voces para dar a cada personaje su tono. Pero sé que hay algo que me he perdido y que sí tendrán los que lean en papel. El uso de paréntesis, corchetes y, sospecho, guiones para unir palabras. La propia narración hace referencia a ello. A fin de cuentas, los personajes son escritores, editores y correctores, y algo hablan de esas cosas.

¿Te lo recomiendo?

Sí, te recomiendo leer Nueve semanas (justas-justitas) de P. L. Salvador.
Ojo, es novela contemporánea, y quizá si sigues mi blog te interese más la literatura de género (fantasía, terror y ciencia ficción). Si buscas una novela de género especulativo, aquí no la vas a encontrar. Si buscas una novela corta, original, con un estilo de narración diferente al habitual, estimulante, entonces Nueve semanas es una buena opción.

Enlaces para saber más:

Sobre el autor: https://plsalvador.blogspot.com/

El libro en la editorial: https://editorialpezdeplata.com/coleccion-narrativa-pez-de-plata/18-nueve-semanas-9788494307065.html

Te leo en los comentarios. Y si quieres leerme tú a mí, te regalo un ebook aquí.

Música pacifista 01: ONE (Metallica)

Darkness imprisoning me
All that I see
Absolute horror
I cannot live
I cannot die
Trapped in myself
Body my holding cell

ONE es, probablemente, la canción más desgarradora que podemos escuchar sobre la guerra. Una descarga brutal antibelicista con toda la potencia del sonido de la legendaria banda de thrash Metallica. Y, sin embargo, el vector de fuerza más grande de este tema no es el sonido, sino la historia que cuenta y su mensaje.

Y, como se titula ONE, tenía que ser la primera canción a destacar en esta nueva serie de posts sobre música pacifista.

Pertenece al album And Justice for All de la banda, publicado en 1988, y obtuvo un premio Grammy.

ONE está inspirada en el relato de Dalton Trumbo titulado Johnny cogió su fusil (Johnny Got His Gun en su título original) que el genial escritor y cineasta americano nos contó tanto en película (1971) como en novela (1939).

Cuenta la historia de un soldado americano de la Primera Guerra Mundial que queda mutilado por una explosión en el frente. La canción de Metallica se centra en el horror del despertar del soldado, sin brazos ni piernas, habiendo perdido el habla y sus sentidos de vista y oído, pero vivo. Cuenta ese lado de la guerra que sabemos que está ahí, maldita sea, pero que no se suele mostrar en los relatos de héroes. Plantea también el debate de la eutanasia, mostrando un caso extremo de sufrimiento irreversible.

El videoclip de ONE, a diferencia de la versión del disco, intercala escenas de la película Johnny Got His Gun, haciéndolo más impresionante y visceral. Si eres una persona sensible, te recomiendo ceñirte a la versión de audio y evitarte el vídeo. Puede revolverte no solo la conciencia, sino también las tripas, y provocarte una noche de inquietud e insomnio. Te lo digo por experiencia.

El momento más estremecedor musicalmente se desarrolla desde el minuto 4:33 al 5:22. Es probable que este fragmento sea uno de los mejores minutos de la historia del heavy metal.

Un mensaje antibelicista tan crudo como el de Johnny Got His Gun no encajaba muy bien con el discurso de enaltecimiento de la guerra de los Estados Unidos en la época de publicación del libro. La actividad intelectual de Dalton Trumbo cayó bajo el punto de mira del poder. Como consecuencia, el autor fue perseguido. Fue uno de los Diez de Hollywood. Dalton Trumbo fue víctima del macartismo o de la caza de brujas contra el comunismo impulsada por el senador McCarthy en Estados Unidos durante la guerra fría. Esto le supuso al bueno de Trumbo meses de prisión y años de exilio, y a Estados Unidos una mancha más (¡otra!) en su largo historial de injusticias, persecuciones y represión de las libertades.

Por eso la canción de Metallica es, también, un homenaje a Dalton Trumbo, a su obra y a la libertad de expresión. Pero, sobre todo, es un tema antibelicista, pacifista, de esos que por alguna razón no abundan demasiado en las radiofórmulas pero sí en estilos musicales más comprometidos.

Acabo con dos consejos. Uno es trivial: escucha ONE, que es un temazo. El otro es el mejor consejo que recibirás jamás, aunque nunca te lo dirán los poderosos: si hay una guerra, no vayas.

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Moby Dick

Hoy os traigo mi lectura seleccionada del mes de abril de 2024.

Es un libro que tenía desde hace mucho tiempo en mi lista de pendientes y que, gracias al formato de audiolibro, por fin lo he leído.

Se trata del clásico de Herman Melville, Moby Dick. En la voz de Germán Gijón la experiencia es muy buena e inmersiva y dura un total de casi 23 horas. Os podéis imaginar con esto que me ha acompañado durante bastantes días en paseos, deporte y tareas del hogar.

La novela fue publicada originalmente en 1851. Hablamos de un texto con solera. Es apenas veinte años anterior a otro de los libros que leí recientemente: Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne. A pesar de que son prácticamente contemporáneos, la novela de Melville me evocó un mundo mucho más antiguo. Quizá porque Moby Dick mira a popa y el libro de Verne se proyecta a proa. A fin de cuentas, Veinte mil leguas de viaje submarino es novela científica y de anticipación.

En cualquier caso, ambas novelas creo que tienen mucho más en común que de diferente. No solo que son hijas del siglo XIX. Sobre todo, comparten la misma temática común del mar. Pequod y Nautilus mueven la trama a golpe de remos, velas o motor. Ambas obras despliegan grandes cantidades de párrafos documentales: esto es algo inconcebible en las novelas actuales, ¿detener la trama para describir o explicar en detalle las maravillas del mar o las características de los cetáceos? En eso se nota que son obras escritas por una generación de escritores muy anterior a la actual y, desde luego, para unos lectores muy diferentes. Ambos libros presentan sendos capitanes sombríos. Ahab en el Pequod de Moby Dick y Nemo en el Nautilus de Veinte mil leguas de viaje submarino. Quizá la evolución de ambos personajes es opuesta, pero desde luego que habitan en la oscuridad durante gran parte de sus relatos. Los dos libros destilan también una supremacía del ser humano sobre la naturaleza, responden a esa manera de pensar de que el hombre, con su habilidad, su conocimiento o su audacia, tiene derecho a disponer de todos los recursos naturales que sea capaz de dominar. Ambos libros se cuentan desde un narrador en primera persona que acaba siendo más testigo que verdadero actor de los sucesos: si en los primeros compases el lector los identifica como protagonistas, pronto esto cambia y la trama acaba sostenida por esos Ahab y Nemo, que son verdaderamente memorables.

Y hasta aquí las similitudes que quería apuntar. Me interesa, ahora, destacar algunas particularidades de Moby Dick y responder a la pregunta de si es una lectura apropiada para nuestros tiempos.

Moby Dick, a mi parecer, describe con más fuerza la vida en el mar. Utiliza más sentidos, más detalles y, también, un cierto orgullo que impregna todo de sentimiento. El mar que atraviesa el Pequod es áspero, exigente con el esfuerzo físico y atroz a la hora de dibujar el destino en el horizonte. Moby Dick, a mi parecer, es también más redondo. La gran pregunta, si Ahab dará caza o no al gran cachalote blanco Moby Dick, queda respondida al final del libro.

Con todo, se trata de una narración de sello antiguo, de dos siglos atrás. Me da vértigo, como escritor, pensar en el envejecer de las obras. Porque uno se hace a la idea de envejecer como persona, pero se aferra a esa idea de que las obras podrían ser más duraderos que uno mismo. Y, sin embargo, veo que Moby Dick pasa de moda. Por mucho que se mantenga a flote como clásico, no es pujante ni creo que atrape a nuevos lectores. Sí, siempre habrá quien llegue a sus páginas por una u otra razón, pero serán cada vez menos personas. Creo que este libro resuena en unos códigos que tienen cada vez menos que ver con los que configuran a los más jóvenes hoy en día. Resistirá como pieza de valor filológico, quizá dé algunos coletazos gracias a alguna adaptación cinematográfica, pero su relevancia se extinguirá. Y no deja de ser peculiar. La caza indiscriminada que se describe (y se reverencia) en la obra de Melville llevó casi a la extinción a las ballenas, pero finalmente creo que serán las ballenas las que sobrevivirán a Moby Dick.

Y es que, quizá, lo fascinante en Moby Dick es la carga cultural que las personas asignamos a la naturaleza, más que la naturaleza misma.

La lectura en audiolibro merece la pena. La locución transmite bien las tensiones y energías en conflicto, los caracteres fuertes de los personajes y el pulso que requiere la obra. Sí, la narración de Germán Gijón es muy buena. Creo, además, que a mí Moby Dick me ha cogido por los pelos y que no lo hubiera leído si la única opción disponible fuera la edición tradicional en papel. Aún así, lo recomiendo, sí, para cualquiera que esté dispuesto a enfrentar libros de dos siglos atrás y descubrir todas esas cosas buenas que ofrecen, aunque no respondan a los códigos de las novelas actuales. Porque leer algo de este estilo, que se sale totalmente de la fórmula del best seller actual, también tiene un punto de rebeldía muy agradable.

Aprender a escribir, papiros y pergaminos

Tenía diecinueve años y aquel curso de creación literaria lo dedicaríamos a escribir una novela.

No recuerdo si el propósito me lo puse a mí mismo o si era la consigna del curso. Creo que más bien lo primero, porque el temario de aquellas clases estaba enfocado más a dominar los diversos aspectos de la narración que a ponerlos juntos. Tipos de narradores, recursos estilísticos, descripciones… La profesora, Consuelo Cerijido, nos animaba a usar estas piezas en nuestra obra, por lo que también el curso planteaba, aunque no en un primer plano, ese objetivo de completar una novela. Por eso muchos de los ejercicios que realicé aquel curso fueron fragmentos de «Las aventuras de Kai», mi primera obra larga. Recuerdo, por ejemplo, la descripción de la guarida del malvado Morcano vista desde la distancia por los protagonistas: quedó bien elaborada, llevaba un tiempo de dedicación extra ya que había sido mi ejercicio de descripción para las clases.

Yo estaba aprendiendo a escribir. Vale, sí, ahora también sigo haciéndolo, nuca deja de aprenderse. Pero entonces acudía a clases semanales de creación literaria y practicaba de una manera activa, consciente y con método gracias a aquellas clases de Consuelo Cerejido.

Hoy quiero contar una de las lecciones que aprendí entonces, con diecinueve años.

Al igual que hacen muchos (¡todos!) los escritores, me apoyaba en los sinónimos con el objetivo de no repetir demasiadas veces la misma palabra y de conseguir una lectura más agradable. En uno de los ejercicios que entregué a Consuelo, hablaba a veces de un pergamino y otras de un papiro, refiriéndome siempre a la misma cosa, un soporte donde la bruja Alexia tenía sus conjuros escritos con runas.

La corrección de Consuelo, en bolígrafo rojo, me enseñó que pergamino y papiro no eran sinónimos. El papiro es más antiguo y se fabricaba con materia prima vegetal. El pergamino, más resistente, se obtiene de piel animal. No pueden utilizarse como sinónimos porque, aunque ambos son soportes antiguos para la escritura, no son lo mismo, ni una cosa un caso particular de la otra.

Supongo que muchas personas sabían ya esa diferencia desde niños. Yo la aprendí con diecinueve años. El manuscrito que completé de «Las aventuras de Kai» no tiene, entre sus aproximadamente diecisiete mil palabras, ningún «papiro» y, sin embargo, «pergamino» aparece en cinco ocasiones. Apliqué la lección aprendida, algo que considero más importante aún que el hecho de aprender.

Aquel fue solo un ladrillo más en la construcción de mi muro de estilo. Me sirvió como aprendizaje de léxico y, también, de humildad. Estoy convencido de que sigo cometiendo errores, pero que son cada vez menos, o cada vez más sutiles. Quizá por eso aprecio tanto las sugerencias y los comentarios de mis lectores beta, o la labor de los correctores en las editoriales con las que he trabajado. Mucho más allá de detección de erratas, su contribución a conseguir un texto limpio es valiosísima.

Conservo esta lección del papiro y el pergamino con cariño. Como recuerdo a la profesora que me la enseñó, como recuerdo a mis diecinueve años y las ganas tremendas de aprender a hacer literatura que tenía. Y, también, porque, ¿acaso no es de lo más apropiado el papiro y el pergamino para aprender a escribir?

Imagen de Osama Shukir Muhammed Amin tomada de Wikimedia Commons